martes, 29 de junio de 2010

La educación para niños sordos

 Bianca Cáceres Jacobsen

  

Para comenzar a hablar de la educación de sordos, es necesario sumergirnos en el significado de la palabra educación, que según la Real Academia española la define como crianza, enseñanza y doctrina que se les da a los niños y jóvenes, si bien la educación a lo largo de la historia a sufrido modificaciones, las que la han llevado a un óptimo desarrollo, buscando una nueva forma de relación entre el maestro-alumno, mencionando que el aprendizaje era mutuo, y no tan solo por parte del alumno;  que cada alumno aprendía de una forma distinta y esta relación esta basada en la comunicación establecida tanto del alumno con el maestro, como el alumno con sus compañeros; lo que me lleva a pensar que todos somos individuos únicos, con características propias que nos diferencian de los otros, pero esta educación a la que me refiero, no es precisamente la educación para sordos, ya que si nos ponemos a pensar en un niño sordo, encontramos que este presenta características demasiado alejadas de las que puedan llegar a tener en común distintos niños de un mismo nivel escolar. Un niño sordo se tiende a calificar como una persona agresiva, en realidad esto es una de las tantas conductas que puede presentar el individuo, que se desarrollará en relación al mayor o menor grado de hostilidad y armonía que tenga en su entorno. En este caso, la agresividad no se refiere a agredir a otro físicamente, sino a la brusquedad en sus juegos y/o en su forma de contactarse con otras personas. La agresividad en el sordo se ve más acentuada por tener que encauzarla a través del gesto o expresión corporal, al faltarle la habilidad oral que tiene el oyente.

 

Su limitación en el plano de la comunicación lo lleva en múltiples situaciones, a no comprender y a no ser comprendido, produciéndole frustraciones.  Es por esto que mostrará conductas de irritabilidad, alejamiento y agresividad.

 

Se debe tener presente que está más expuesto a ser marginado, violado en sus derechos; por lo tanto, sometido a abusos, injusticias y burlas. Siendo estas mismas actitudes las que producen en el niño, un sentimiento de inferioridad, ya que aparte de las reacciones de sus pares, estos tienen que lidiar con la dependencia de ciertos aparatos que ayudan a desenvolverse de una manera más óptima dentro de la sala de clases (audífonos), siendo precisamente en la comunicación donde queda de manifiesto su gran dependencia.

 

Otra cualidad presentada es una acentuada afectividad, por su situación de dependencia, aislamiento, dificultad de comunicación y de relaciones sociales en que lo sitúa su falta de audición. Tiene mayor necesidad de amor, amistad, aprecio y consideración, una acentuada sensibilidad a los roces con el medio que lo rodea, es más vulnerable a las emociones, por lo que se afecta con mayor frecuencia e intensidad.

  Por lo tanto, si todo niño se enriquece con lo que ocurre a su alrededor, a través del sonido, las voces, el diálogo, las conversaciones en familia, etc. Como la persona sorda se encuentra aislada en su entorno, presenta una mayor inmadurez de experiencias y cultura. Al carecer de audición no podrá llegar a dominar la realidad como otro que oye.  Es por esto que me pregunto

¿Es primordial que ejerza la educación antes que el daño que les puede producir la discriminación de sus pares a los niños sordos? ¿A pesar de los daños a la formación personal del individuo?

 

Es algo bastante complicado desde el punto de vista de igualdad de condiciones, si bien la persona oyente puede no estar mirando hacia el profesor, sin embargo este recibe a través de la audición información de los cambios que se producen a su alrededor. Sin embargo, el niño sordo no dispone de esta fuente de información, por esto interrumpe su actividad para controlar en forma visual el ambiente. Está pendiente de todos los estímulos que están a su alrededor, como una forma de estar en contacto con la clase.

 

La formación escolar, es una de las prioridades dentro de la vida de todos, independiente de las falencias y dificultades que tengamos cada uno, es por esto que para los niños discapacitados la educación cobra mayor relevancia; todos los expertos coinciden en que su desarrollo personal está vinculado a las oportunidades que la sociedad les quiera brindar, para que puedan hacer valer todas sus cualidades; por otro lado si al niño sordo se le relaciona con niños sin problemas auditivos, desde pequeño, este no se sentirá excluido, sino que se sentirá integrado, siempre y cuando el profesor forme un ambiente propicio sin discriminación y sobre todo inculcando valores de respeto por los pares, mostrando que todos tenemos los mismos derechos y deberes, a pesar de nuestras diferencias físicas, pero al fin y al cabo todos podemos desenvolvernos en el aprendizaje de la escuela, pero de distintas formas.

Dentro de este proceso también, es importante la familia, fundamentalmente el apoyo de los padres, en el desarrollo emocional social de un niño sordo. El tener un hijo con un déficit, cualquiera que sea, remece el grupo familiar en su estructura interna. Aceptarlo toma un tiempo de procesamiento, situación que varía de una familia a otra, de una persona a otra. Por ello es tan importante señalar la fortaleza y perseverancia que deben asentar los padres, pues ello facilitará o entorpecerá el desarrollo emocional-social del niño. Es muy importante que ambos padres mantengan y apoyen su mutuo equilibrio emocional, porque su hijo los necesita a ambos para ir concretizando y aposentando su relación social y equilibrio emocional.

Ahora, después de lo dicho anteriormente puedo decir que entre integrar y no integrar a los sordos, es preferible integrarlos y la razón fundamental es el estímulo constante por aprender nuevas palabras, y conocer más del mundo que les rodea. Y así ayudarlos en un futuro no muy lejano en el que se podrán valer por si solos, siendo personas autónomas e independientes lo mas  posible para que consigan una participación cada vez mayor y puedan luchar por lo suyo.  Obviamente, requieren atención extra, ya que siempre necesitarán las señas los sordos profundos y los hipoacúsicos severos. Y es así como en los avances que se logren en la estimulación temprana, la rehabilitación, la integración familiar, escolar, social y laboral estará la clave para conseguirlo.

Esta integración nos brinda ventajas con respecto al desempeño y resultados obtenidos posteriormente como educadores, como en vez de esperar que crezca, hoy podemos ya empezar a ayudarlo a crecer, enseñándole el lenguaje de señas, esta comunicación no verbal, lo sitúa permanentemente, lo conecta con la realidad, y lo más importante lo ayuda a madurar, debemos enseñarle que hay ruido en el mundo, aún los hipoacúsicos se asustan de ruidos que no conocen, que no identifican. Si queremos que hable, debemos ponerle en contacto con su habilidad para percibir la vibración, de una forma muy sencilla: cuando se hable con el debe ponerse su mano a la altura de las cuerdas vocales de uno, cosa que se dé cuenta que los labios no solo se mueven, sino que hay una voz, que hay sonido.

Lo cierto es que un niño bien estimulado llegara tan lejos como la vida se lo permita, y él se lo permita (de ahí la importancia de la propia autoestima y de la creación de una voluntad de superación), levantándose y cayéndose un millón de veces. Así como todos nos hemos caído a lo largo de este camino llamado aprendizaje, que nunca termina, ya que este se produce desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte.

Finalmente, lo fundamental reside en que más allá del potencial de cada niño, es que a su alrededor encuentren el respaldo, el estímulo y los medios necesarios para construir su plenitud. Es imprescindible que cada integrante de la sociedad construya una mirada individualizadora y comprometida que permita rescatar al individuo de la masa impersonal que el ideario colectivo desinteresado o desinformado edifica de las personas con discapacidad.

 

 

2 comentarios:

  1. Me encanto tu ensayo! deberías un publicar, correría a comprarlo! ERES SECA!

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  2. Deberías publicar un libro.

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